jueves, enero 31, 2008

Viaje al interior

En esta soledad que ahora me atrapa, me siento tranquilamente en el silencio que solo lo rompe el hielo en mi vaso, donde ceremoniosamente bebo un poco de whisky, así, en las rocas. Pretendo evadirme de todo, por solo unos instantes lo logro. Siento cada parte de mi cuerpo tan perfectamente, no hay dolor, solo constancia de cada parte, mis piernas, mis brazos, mis manos, mis dedos, mi cabello, mi piel... todo yo, soy totalmente tangible para mi percepción. En esta divagación me encuentro y me relajo, a un punto total, en la apacibilidad de saber que todo está bien, o que por lo menos en este momento me encuentro bien. Nada me perturba, todas las adversidades se desvanecen, todos los pendientes, las metas, nada puede penetrar en este momento. Es un regalo que hacía mucho tiempo no me daba.

Inmerso en esta tranquilidad, inundo de un color azul todo mi espacio interior, se llena de una agradable atmósfera todo mi derredor. La quietud es absoluta. La paz se puede tocar.

En este trance, me lleno de agradecimiento por todo lo que me ha pasado en mi vida, por la oportunidad de vivir todo lo vivido, por poder reconocer a una esencia superior que rige mi vida y que me lleva por los senderos más increíbles que hubiera podido imaginar. Por todo el asombro hacía las simplezas que conforman el encantamiento visual de mi vida: los tantos atardeceres, la luna llena, las nubes, el mar, las montañas, el desierto, la naturaleza...

En este momento soy parte integral de ese todo, ya no soy pequeño, soy una parte realmente importante del cosmos y con suma claridad veo que todo lo que haga trasciende y se refleja en mí y en lo que soy.

Lentamente, comienzo a regresar a las sensaciones primarias, el aire vuelve a sentirse en mi nariz, hay una leve corriente de aire que mi piel detecta inmediatamente, es esta vuelta a la realidad una sensación apacible. En mi rostro, una sonrisa. Ahora tengo mucha más certeza de que estamos en el camino y que podemos ser capaces de cualquier cosa, es cuestión de mantener la fe, tenemos que creer que podemos y que lo hacemos porque no estamos solos, que hay alguien que está siempre al pendiente de nuestros pasos, aunque nos equivoquemos, él está ahí siempre.

Y no vayan a creer que fue el whisky, la verdad, me lo tomé después de este viaje...

Saludos absolutos.

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