El sonido del despertador me sacó de un dulce sueño, miro el reloj y en la oscuridad de la madrugada las ideas empiezan a llegar lentamente a mi cabeza, despertar me está causando dificultad, pero la idea que aparece como principal es que tengo que salir de viaje y así estaba planeando, paulatinamente se van agregando los detalles de la agenda planeada y eso hace que la somnolencia disminuya considerablemente. Saltó de la cama y en unos pocos minutos estoy listo y subiendo maletas y una sonrisa al carro.
Salgo por la carretera rumbo al sur, cuando llego a Guaymas, bajo el vidrio de mi ventanilla y siento la brisa marina, decido apagar el aire acondicionado y disfrutar de la madrugada con esta brisa saludando, es muy temprano todavía; al llegar al cruce de la vía ahí donde esta el Bulevar Hilario Sánchez que lleva derechito a la plaza del Tinaco, monumento circunstancial y distintivo de la bien llamada Ciudad Jardín, decido entrar a ver Empalme de madrugada y circular por sus calles que recién empiezan a despertar me llena de recuerdos, salgo de ahí cuando la primera claridad del alba empieza a surgir entre las nubes que en el horizonte se amontonan, es este panorama el que me lleva a desviar mi camino hacia el sur, donde la playa del Cochorit me recibe solitaria y llena de sonidos mágicos del mar en un amanecer que a pesar de ser verano me enchina la piel con su fresquísima brisa que me moja y me llena de humedad, es una comunión total con la naturaleza y mi ser, nos fundimos en el inicio de un día lleno de sorpresas que están aguardando a lo largo de este viaje que apenas inicia y que con lo vivido ya vale la pena.
Con dificultad me obligo a moverme y tomar de nuevo la carretera hacía los destinos agendados, la carretera empieza a llenarse de viajeros que aprovechan las primeras horas para viajar y evitar el sol quemante de este verano que deja sentir su poder quemante en nuestra rápidamente desacostumbrada piel, que no tiene memoria para remontarse al verano pasado donde invariablemente el calor estuvo intensamente presente.
A un kilómetro de la vía libre decido entrar a Bácum y deleitarme con su iglesia que siempre me sorprende, con su arquitectura básica y su singular acabado sin enjarrar, donde son visibles sus ladrillos y la paciencia de su construcción. Con el ánimo renovado, continuo hacía Ciudad Obregón que me recibe con sus canales de riego llenos al tope y por la entrada la Laguna del Naínari, donde cientos de personas están ejercitándose, algunos caminan, los más trotan y algunos otros amanecidos, enamorados o con la resaca de una aventura nocturna que le dejan la memoria con una experiencia para siempre, así llego al centro de esta dinámica ciudad y decido que es el momento de alimentar mi cuerpo, del mismo modo que he estado alimentando mi alma, con dificultad me decido por el Café Bibi, quizás en un afán de recordar las decenas de ocasiones en que desayuné en este reconocido lugar, punto de reunión para el baño de pueblo de los políticos y personalidades públicas del municipio, o quizás fue por el simple hecho de no querer agredir a mi estomago con los deliciosos tacos de cabeza de la allende o con una rica torta de pierna o de barbacoa de La Pasadita, no lo sé, lo que si tengo certeza es que el omelette con rajas de chile verde, cebollita, jamón y champiñones estuvo delicioso, acompañado de un café y un jugo de naranja, me llena de energía para continuar mi viaje.
Rápidamente tomo la carretera y en menos de media hora estoy en la entrada a Navojoa, ciudad que ha tenido en los últimos años una renovación y modernización acelerada, pero no por ello, menos acertada, con inversiones interesantes de franquicias, hoteles y negocios de la región, esta ciudad debe de ser ya un orgullo para nuestro estado, me detengo en el Restaurant Tips, para tomarme un café y definir el rumbo y la agenda. Me da enorme orgullo sentir la calidez y hospitalidad de la gente, sus sonrisas. Con esta imagen emprendo el camino hacía el oriente, en donde en media hora llego a la ciudad de los portales, Álamos, me estaciono y decido caminar por su plaza de armas y admirar su templo, los callejones empedrados y en uno de esos callejones me pierdo en esas casonas que tienen tanta historia que contarnos. Retomo mis pasos y decido tomar algunas fotografías, subo al mirador, entro al museo costumbrista, lleno la memoria de la cámara que me obliga a regresar a vaciarlas al disco duro de mi laptop. Con todas estas imágenes llenando mi visión, doy una vuelta por el arrollo Cuchujaqui, que por mucho tiempo lo creí río. Ahí me invitan a dar un paseo en una panga, que nos lleva entre manglares hasta la desembocadura en Yavaros, ubicada en el flanco suroeste del Río Mayo, es ahí donde unos pescadores nos muestran algunas medusas que atraparon sus redes, incluso traen consigo un erizo de mar, que es del tamaño de mis dos manos juntas, me sorprende su textura y las risas de una burla inocente de los pescadores al ver mi reacción que para ellos es algo tan natural, par mi es algo totalmente nuevo, me rio con ganas con ellos de mi ignorancia citadina y bromeamos sobre cualquier tontería, ya en la playita donde llegamos, nos tomamos unas sodas heladísimas que mitigan nuestra sed y refrescan la conversación, con un apretón sincero y fuerte de manos me despido de mis nuevos amigos.
Salgo por la carretera rumbo al sur, cuando llego a Guaymas, bajo el vidrio de mi ventanilla y siento la brisa marina, decido apagar el aire acondicionado y disfrutar de la madrugada con esta brisa saludando, es muy temprano todavía; al llegar al cruce de la vía ahí donde esta el Bulevar Hilario Sánchez que lleva derechito a la plaza del Tinaco, monumento circunstancial y distintivo de la bien llamada Ciudad Jardín, decido entrar a ver Empalme de madrugada y circular por sus calles que recién empiezan a despertar me llena de recuerdos, salgo de ahí cuando la primera claridad del alba empieza a surgir entre las nubes que en el horizonte se amontonan, es este panorama el que me lleva a desviar mi camino hacia el sur, donde la playa del Cochorit me recibe solitaria y llena de sonidos mágicos del mar en un amanecer que a pesar de ser verano me enchina la piel con su fresquísima brisa que me moja y me llena de humedad, es una comunión total con la naturaleza y mi ser, nos fundimos en el inicio de un día lleno de sorpresas que están aguardando a lo largo de este viaje que apenas inicia y que con lo vivido ya vale la pena.
Con dificultad me obligo a moverme y tomar de nuevo la carretera hacía los destinos agendados, la carretera empieza a llenarse de viajeros que aprovechan las primeras horas para viajar y evitar el sol quemante de este verano que deja sentir su poder quemante en nuestra rápidamente desacostumbrada piel, que no tiene memoria para remontarse al verano pasado donde invariablemente el calor estuvo intensamente presente.
A un kilómetro de la vía libre decido entrar a Bácum y deleitarme con su iglesia que siempre me sorprende, con su arquitectura básica y su singular acabado sin enjarrar, donde son visibles sus ladrillos y la paciencia de su construcción. Con el ánimo renovado, continuo hacía Ciudad Obregón que me recibe con sus canales de riego llenos al tope y por la entrada la Laguna del Naínari, donde cientos de personas están ejercitándose, algunos caminan, los más trotan y algunos otros amanecidos, enamorados o con la resaca de una aventura nocturna que le dejan la memoria con una experiencia para siempre, así llego al centro de esta dinámica ciudad y decido que es el momento de alimentar mi cuerpo, del mismo modo que he estado alimentando mi alma, con dificultad me decido por el Café Bibi, quizás en un afán de recordar las decenas de ocasiones en que desayuné en este reconocido lugar, punto de reunión para el baño de pueblo de los políticos y personalidades públicas del municipio, o quizás fue por el simple hecho de no querer agredir a mi estomago con los deliciosos tacos de cabeza de la allende o con una rica torta de pierna o de barbacoa de La Pasadita, no lo sé, lo que si tengo certeza es que el omelette con rajas de chile verde, cebollita, jamón y champiñones estuvo delicioso, acompañado de un café y un jugo de naranja, me llena de energía para continuar mi viaje.
Rápidamente tomo la carretera y en menos de media hora estoy en la entrada a Navojoa, ciudad que ha tenido en los últimos años una renovación y modernización acelerada, pero no por ello, menos acertada, con inversiones interesantes de franquicias, hoteles y negocios de la región, esta ciudad debe de ser ya un orgullo para nuestro estado, me detengo en el Restaurant Tips, para tomarme un café y definir el rumbo y la agenda. Me da enorme orgullo sentir la calidez y hospitalidad de la gente, sus sonrisas. Con esta imagen emprendo el camino hacía el oriente, en donde en media hora llego a la ciudad de los portales, Álamos, me estaciono y decido caminar por su plaza de armas y admirar su templo, los callejones empedrados y en uno de esos callejones me pierdo en esas casonas que tienen tanta historia que contarnos. Retomo mis pasos y decido tomar algunas fotografías, subo al mirador, entro al museo costumbrista, lleno la memoria de la cámara que me obliga a regresar a vaciarlas al disco duro de mi laptop. Con todas estas imágenes llenando mi visión, doy una vuelta por el arrollo Cuchujaqui, que por mucho tiempo lo creí río. Ahí me invitan a dar un paseo en una panga, que nos lleva entre manglares hasta la desembocadura en Yavaros, ubicada en el flanco suroeste del Río Mayo, es ahí donde unos pescadores nos muestran algunas medusas que atraparon sus redes, incluso traen consigo un erizo de mar, que es del tamaño de mis dos manos juntas, me sorprende su textura y las risas de una burla inocente de los pescadores al ver mi reacción que para ellos es algo tan natural, par mi es algo totalmente nuevo, me rio con ganas con ellos de mi ignorancia citadina y bromeamos sobre cualquier tontería, ya en la playita donde llegamos, nos tomamos unas sodas heladísimas que mitigan nuestra sed y refrescan la conversación, con un apretón sincero y fuerte de manos me despido de mis nuevos amigos.
Es tiempo de regresar y el ruido monótono del motor me hipnotiza y me abstrae de todo lo que no sea la belleza del recorrido, para donde ponga mi mirada hay naturaleza, aves que nunca había conocido, vegetación verdísima y un cielo limpio y de un azul diferente.
El tiempo de partir ha llegado, con cierto pesar decido regresar de este viaje relámpago que me deja agotado, pero a la vez, revitalizado, con mi capacidad de asombro al máximo. La carretera me lleva, sin prisa y con una sonrisa que estoy seguro no se borrará, en ese trayecto de pronto siento ruidos extraños y nuevamente me sorprendo despertando en mi cama, con el sonido repetitivo de la alarma que me recuerda que es momento de partir.
Ahora ya no sé si fue un sueño o una premonición o quizás la oportunidad de repetir las sensaciones, será difícil igualar al sueño, pero es Sonora y su belleza está ahí, esperando, haré mi viaje y disfrutaré de nuevo, ahora con una sonrisa que sigue y estoy seguro que seguirá durante todo este fin de semana.
3 comentarios:
Ya ves que se vale soñar "realismo puro" nada mas que aún tienes secuestrada el alma
Wowwwww... Me transportaste en tu recorrido al sur... Lamentablemente no he podido realizar un viaje así, no importa que sea relámpago y que sea cansado...
Espero algún día poder hacer esto...
2Besos!
Hola Sandra... Ya viste!!! Te tomó la palabra y describió caminos que aún sin conocerlos los imagine y los viví.
Fco. Me gusta como escribes...
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