domingo, mayo 11, 2008

Sol y luna en domingo

La tarde lentamente se convertía en una ausencia de luz, el sol ya no estaba en el horizonte, pero se negaba a ocultarse definitivamente. La luna brillaba tenue, casi sin querer, hizo su aparición, discreta por el oriente, llena, plena, pero el sol insistía en minimizarla. En este punto volteando hacía ambos lados, podía maravillarme con el sol perdiendose con sus últimos rayos de luz o en el sentido contrario con la luna que cada segundo tomaba un poco de esos rayos del sol y como un enorme y plateado espejo se aprovechaba para enviarnos esa luz que se negaba a morir.
La noche llegaba, inminente, poderosa, pero no contaba con la luna, quien desde su trinchera, insistía en iluminar mi pensamiento, que en este momento de mi día, o quizás hasta de mi vida, divagaba en la magia que representa el vivir en este tiempo y en este lugar. Las coincidencias son algo intangible e incluso pensé que no existían en mí, que las causas eran las que determinaban los acontecimientos. Debatir conmigo mismo sobre esto, es algo como filosofar sobre la existencia de Dios. Hay que creer, hay que confiar más seguido en nuestras sensaciones, en lo que vibra, en lo que sentimos en nuestro estómago, en nuestras entrañas, en el punto más luminoso de nuestro cuerpo, donde se concentran todas las emociones palpables. Cierro mis ojos y sé que la luna va ganando terreno, así como tengo certeza de que en unos minutos el sol ya no estará visible, pero que mañana irremediablemente saldrá de nuevo el sol, dando la pauta para un nuevo día, aun cuando yo duerma o más aun cuando no existiera, esto ocurrirá.
Con mis ojos cerrados, visualizo un poco más hacía el poniente y puedo ver el mar con un sol apenas empezando su crepúsculo, lentamente, me tiendo en mi lugar simplemente a observar este espectáculo, no hay una simbiosis real entre mi psique y el hecho de poder maravillarme con este escenario. Es simplemente poder apreciar las diversas tonalidades que el cielo, en complicidad con algunas nubes y los rayos de luz, formando un gran cuadro, como una increíble e irrepetible obra de arte, que admiro, hipnotizado, agradecido. La paz que tengo en mí, es absoluta. Agradezco la oportunidad de sentir y ser partícipe de esto y lentamente me abandono a mi estado anterior, abro mis ojos y la noche aún no es del todo. Faltan escasos minutos, pero la luna sigue su triunfal camino hacia la luminosidad.
Sonrío y saciado mi espíritu, entro a mi casa y simplemente me preparo para emprender el reto de una nueva semana.

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