lunes, mayo 12, 2008

La carta (Primera parte)

I
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Pequeñas partículas de polvo cubren en una sucesión de increíble precisión la portada del libro que dejé en el escritorio, de esto hace ya más de un año. El regresar a este lugar, después de huir tan abruptamente, me hace sentir el más mísero de todos los cobardes, abandonarte así, fue un acto por demás egoísta. Sin embargo, ¿Qué más podía hacer? Mis alternativas estaban completamente limitadas en ese momento. Hoy todo es completamente diferente, han pasado tantas cosas en tan corto tiempo. Afuera me esperan, me han dado sólo cinco minutos, he perdido demasiado en recordar, pero, no podía haber sido de otra forma, el aroma de este lugar me sigue regresando en el pasado, debo encontrarlo.
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Busco afanosamente en los cajones, en los estantes, mi memoria me traiciona, pensé que estaría en el cajón con mis cosas, pero ahí no hay más que papeles y recuerdos de otros tiempos. La misma desesperación me hace titubear, sé que me queda menos de un minuto, escucho la impaciencia de mis guardianes y sé que en cualquier momento me llevarán y nunca más volveré a este, que tan sólo doce meses atrás era mi hogar. Cuantos recuerdos llegan de golpe que inundan mis ojos de lágrimas. Ahora busco con desesperación, empiezo a tirar y golpear, no la encuentro por ningún lado. De pronto, se abre la puerta y al voltear veo la risa burlona pintada en la cara de uno de ellos, sólo me hace una seña de que el tiempo se ha acabado. Le pido que me deje un sólo minuto, solo eso. El ríe a carcajadas y se acerca a mí, esa cara, esa maldita cara, me hace enfurecer, pero mi rostro no demuestra mi ira. Simplemente, estampo mi puño en su rostro, el me mira con esa mirada incrédula de quien jamás espero una sorpresa. Cae al suelo y solo atino a tirarme sobre él y golpearlo repetidamente en el rostro, tomo una de las lámparas y con el peso cae sobre su cabeza, el ruido que hace es espantoso, como quebrar un ladrillo en el piso de un golpe. La sangre me llena el rostro y mi ropa, me quedo congelado por segundos, pero tengo que reaccionar.
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Debo escapar, abro la ventana. En ese momento escucho el ruido de la puerta y me imagino su estupor al ver a su hermano tirado, muerto. La sangre le empieza a hervir, el odio hacia mí es muy superior a sus órdenes, escucho claramente como corta cartucho y se dispone a matarme. Aun sabiendo lo valiosa que es mi vida, a él no le importa, sólo quiere venganza. Entra a la recámara y ve la ventana abierta, con una maldición, sale de la casa, rumbo a los callejones, al mismo tiempo que al teléfono, habla con sus jefes para decirles que he escapado. Todo esto lo escucho escondido en el armario, ya que nunca salí de la casa. Tengo que encontrar lo que me ha convertido en un asesino.
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Salgo lentamente del armario y la poca luz que entra hace ahora más tétrico el lugar, avanzo lento, pero muy seguro. Algo cambió en mi en los últimos minutos, algo que difícilmente puedo explicar, me siento otro, un ser nuevo, liberado, aunque sé que en cualquier momento vendrán por mí, estoy listo para enfrentarlos, el miedo desapareció, se disolvió con la sangre de la vida que arrebaté. Era un maldito bastardo, se lo merecía, aunque nunca, ni en mis más alocados sueños me sentí capaz de dañar a nadie, mucho menos quitarle la vida. Ahora esa sensación de jugar a ser una especie de dios, me enardecía. Al igual que su hermano, también quería venganza.
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II
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El llamarme Guillermo Escárgeca III, como el abuelo, me llenaba de una satisfacción pueril, nunca hubiese sido más fácil vivir que en este tiempo. A mis padres les tocó la época dorada de la empresa de mis abuelos, ahora un corporativo había quitado la dirección de la empresa a la familia, pero en su lugar ahora tenían una cuantiosa fortuna en acciones, ahorros, inversiones y propiedades alrededor del mundo, que nos permitía vivir con todas las comodidades y lujos, convirtiéndonos, en uno de los apellidos más renombrados de la sociedad. A mí, sinceramente me daba risa, ese enfoque social que siempre tenía la vida para mis padres, pero sobre todo para mi madre y mi abuela, que siempre vivían pensando en lo que los demás decían, creo que su vida estaba pensada, minuto a minuto en satisfacer a los demás. Qué banal.
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Ahora entiendo algunas cosas que antes jamás me hubiera creído. En una familia normal, las cosas hubieran sido diferentes, pero es que mi padre siempre fue un extraño, recuerdo claramente que nadie hablaba directamente con él. Si alguien quería acercarse, tenía que hablar con mi madre, que hasta donde recuerdo, en lo que respecta a mí, sólo dos veces me permitió hablar con él. La primera es relevante, porque quería saber cual era el origen de Dios y mi padre me dejó claro que la divinidad era tan sólo un invento de la gente que controla el mundo desde el principio de los tiempos, para tener a la gente, atada a una creencia. Que Dios y la religión eran para los pobres y débiles. Ahí entendí que sus constantes visitas a misa y festividades de la iglesia, eran sólo para guardar una apariencia ante la siempre curiosa sociedad. La segunda era sobre el origen de la vida y el me sonrío y me dijo, ya eres todo un hombre, dandome una palmada en la espalda, es lo más cercano a una caricia de mi padre, tenía diez años.
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III
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Venganza por todo el pasado, por este último año, viviendo peor que las ratas, escondido siempre, agazapado, comiendo yerbas y bichos para poder sobrevivir, después cuando fue rescatado, hubiera preferido mil veces seguir escondido, fue víctima de tantas bajezas indescriptibles, era el precio de seguir viviendo. Ahora todo estaba decidido, vengaría con sangre toda la sangre de su familia, de su amada esposa y la de su hija. Tenía que encontrar el paquete, ese que haría cambiar para siempre el destino de la vida. Debía apresurarse, sus captores vendrían como perros embravecidos por la sangre de su hermano. Escuchaba, a lo lejos, disparos que pretendían matarle. Aún tenía saldo a su favor. No todos le querían muerto, su vida, él sabía que valía más de lo que suponían, pero debía encontrar la clave de todo. De repente, la luz. Al voltear al cielo, lo recordó todo, con desesperación subió la escalera hacía el cuarto de su hijo, donde arriba de su litera, había una especie de pared falsa, juntos lo planearon, era el espacio ideal para guardar secretos. Los recuerdos llegaban de golpe, uno tras otro, las risas de su hijo y de su esposa, llenaron ensordecedoramente la habitación, recordaba claramente la felicidad que vivió en ese espacio. Al abrir ese espacio sagrado para él y su hijo, el desorden de las cosas que su hijo y él mismo atesoraban lo inmovilizó, pero en la oscuridad, ahí estaba la carta, al verla abierta titubeo, fue una descarga de energía y sus esperanzas se evaporaron, el desánimo fue abrumador, la tomo en sus manos temblorosas, pero dentro del sobre, su secreto, nadie reparó en él, las lágrimas inundaron inevitablemente su rostro. Ahí radicaba su salvación y la de los suyos. Ahora lo único que quedaba era llevar esa carta a la ciudad, eran poco más de quince kilómetros, tendría que enfrentar cientos de peligros, pero el mayor de ellos se acercaba demasiado rápido, era la oscuridad de la noche...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Dicen por ahí que los buenos cuentos son como icebergs, sólo se puede ver un pequeño fragmento de una montaña de hielo. En tu cuento hay un balance muy armónico entre la forma en que vas dosificando la información dada al lector y el entramado que hay entre las dos historias: la de la caída del narrador un año antes y la de cómo alguien se convierte en asesino perseguido. Hay un balance también, muy bien logrado, entre la luz y la oscuridad en el cuento. La forma en la que se describe la casa, el polvo, el remordimiento, el tiempo transcurrido y el plazo vencido, más allá de darle un contexto a quien lee para que pueda imaginar al narrador, se transforman en una metáfora de la vida misma del protagonista. Uno de los puntos más fuertes del cuento es el silencio sobre el contenido de la carta. Esos silencios impulsan el texto hacia delante y lo sitúan en un nivel de paranoia intensa, compacta, que no pierde tiempo dando explicaciones que servirían de distractor del asunto principal: la llegada metafórica y literal de la noche y la búsqueda de la ciudad. Quizás el único punto débil sería la puerta secreta. Un cuento que se acerca al terror y que habla de una carta no puede ignorar la tradición que se origina en “La carta robada” de Edgar Allan Poe. Ante lo cual, habría dos opciones… o la carta debe estar escondida en el lugar más visible y obvio, o la puerta secreta tendría que estar violentada por extraños y la carta tirada como algo que no ha sido reconocido como objeto de valor. Fuera de ese pequeñísimo detalle, el cuento es impecable.

Venus dijo...

Ooorale... siempre tus historias mi atrapan y hacen que mi mente viaje a los lugares donde se llevan a cabo las acciones, hace que imagine con detalles lo que relatas y haces que les ponga rostro a las personas...

Ya quiero leer la segunda parte... ¿Qué contendrá la bendita o maldita carta?

ALBERTOMORENO dijo...

Hola Carmen, gracias por tus comentarios, ya publiqué la segunda parte y aproveché tu sugerencia y modifiqué lo de encontrar la carta... Sobre Mr. Poe, me halaga sobremanera el que su nombre esté en un comentario de mi post. Gracias por darte el tiempo de leerme y más por darme tu conocimiento de las letras. Un abrazo absoluto.

Gracias Venus, la más fiel de mis lectoras, ya se publicó la segunda parte... disfrútala... muy pronto la tercera parte...