martes, mayo 13, 2008

La carta (segunda parte)

IV

De mi madre tengo los más gratos recuerdos, ella fue la que me enseñó la importancia de saber diferenciar entre las personas, encontrar la belleza en las cosas y en la gente, el bien, el mal y como sacar el mayor provecho al tiempo. Con ella descubrí el arte, la pasión por vivir, el despertar constantemente mi capacidad de asombro y el trabajo como una virtud, cosa curiosa, porque nunca en mi vida pude ver a alguien de la familia trabajar en algo, jamás.

Creo que mi madre nunca supo que fue ella la que con sus enseñanzas me alejó de toda esta farsa que representaba la sociedad y que ella quería que yo amara, ella fue la que me empujó a buscar más allá. Y esa búsqueda me llevaría irremediablemente al sitio donde me encuentro hoy. No me arrepiento, nunca lo haría.

V

Escucho acercarse al grupo que viene por mí, rápidamente seco mi rostro y soy conciente de que no hay tiempo que perder, analizo rápidamente si hay algo en este cuarto que me pueda servir, encuentro un viejo bat de aluminio con el que solía jugar de niño que luego paso a ser parte de los juguetes que nunca usamos mi hijo y yo.

Bajo y encontrarme con el cuerpo sin vida y desangrado de quien fuera mi guarda, me confunde de nuevo. No hay tiempo para confusiones, busco en el armario mi vieja arma y no la encuentro, creo que ellos ya la encontraron antes. Debo encontrar un escondite para pasar la noche, eso es lo primero, mi búsqueda no durará mucho esta tarde, apenas y unos minutos más y la noche no permitirá continuarla. Hay más peligros que aguardan la oscuridad para salir en busca de nosotros.

VI

Recuerdo la primera pelea, o mejor dicho, la primera vez que me revele ante una orden terminante de mi madre. Ella jamás peleaba, ni siquiera podía discutir nada, era absoluta, como lo son casi todas las madres. Sin embargo en esa mi primera juventud, estaba convencido que ella estaba equivocada y la razón estaba en esa ocasión conmigo, lo que más me intrigó fue su postura de darse media vuelta y alcanzar a escucharle murmurar, necio. En ese instante supe que mi vida ya no sería nunca igual. Algo se rompió, quizás fue el famoso cordón umbilical que continuaba aferrándome a ella. No fue un proceso doloroso, por lo menos no para mí. Era libre y por ello me era permitido, por mí, hacer lo que quisiera. Fue la primera vez que fui yo verdaderamente, fue, por así decirlo mi graduación de la vida. Todo era posible, nadie iba a detener mi aventura, la aventura de la vida, tenía 16 años.

VII

Con el bat de baseball en mis manos, empuñándolo como si mi vida dependiera de la fuerza con la que lo sujetara, salí de la casa, baje las escaleras y me dirigí al jardín posterior, perdiéndose en la oscuridad, el naranjo se silueteaba con los últimos rayos del sol. Detrás del naranjo encontré una vieja alfombra que cubría una entrada al sótano que años atrás construí, antes de mudarme a la casa, era un cuarto de cuatro por tres metros, donde tenía una mesa y algunos comestibles que de vez en cuando compartía con mi esposa, que era la única que sabía de la existencia de este escondite secreto, donde tantas noches me extasiaba con la ternura de sus caricias y la fogosidad de su ser. Las cosas cambiaron cuando nació nuestro primer hijo, cambiaron mucho, era una nueva felicidad, así lo entendí y así lo acepté. Nuestra vida era perfecta, demasiado increíble, pero lo era.

Un ruido cercano me obligo a poner en alerta todos mis sentidos. Estaba seguro que el viejo pedazo de alfombra pasaría completamente desapercibido para mis perseguidores. Sin embargo todo podía pasar, el ruido de sus voces era tan fuerte que estaba seguro estaban exactamente arriba de mí. Los escuché vacilar, le quedaban como 2 minutos para tener que irse a refugiar. Escucharlos alejarse me tranquilizó sobremanera, pero al escuchar ese sonido penetrar mis oídos, un escalofrío se apoderó de todo mi cuerpo, la tensión me mantuvo inmóvil durante varios minutos, el infierno había abierto sus puertas y los demonios estaban libres y lo que era mucho peor que eso. Estaban hambrientos. Busqué la carta y sin hacer el menor ruido, la abrí y leí su contenido.

1 comentario:

Venus dijo...

ayyyy que miedoooooo, que nervios y que frustreeeee con ese final de esta VII parte...