Hoy es para siempre

Detrás de muros interminables que los juicios inservibles han levantado por años, me encuentro, precisamente ahí. En ese punto inmóvil. Donde la luz añeja me vuelve pálido ante la sombra e invisible ante el resto. Filosofar ante la posibilidad de remontarme en ancestros empolvados es también, del mismo modo, inútil. Todo camino invariablemente me ha conducido a ti o a tus influencias, a tus restos, a tu manera de dejar pistas. Y yo, simplemente me dejo llevar por el karma que me arrastra, que en el trayecto me va desgarrando, dejando piel, lágrimas... alma.

Mi espíritu se reconforta al superarte, al saberte en un pretérito consumado y ajeno a lo que hoy siento y vivo. Mi felicidad es sumamente superior a cualquier intento del destino o de tu Dios todopoderoso, ahora que lo sé, camino. Ahora, hoy, lo que has dejado de mi es puro, es limpio, es ajeno en lo absoluto a todo lo que remotamente se asemeje a ti. Has dejado de estar desde hace muchos siglos, pero lo más importante es que has dejado de estar en mí.

Lentamente el sol se oculta en el horizonte y colorea de mágicos colores el paisaje, miro fijamente los tonos y me mimetizo en ellos, completo, en una danza donde los movimientos enloquecen en el silencio de la suave brisa que es este escenario. En esta contemplación me libero de todas las ataduras que me mantenían preso, que me inmovilizaban, que me anclaban al mismo sitio. Hoy libero mi espíritu para llegar más lejos de lo que nunca imagine. Hoy es el último día que te tengo aquí.

Hoy es para siempre.