Encajonado en un trabajo que nunca me ha agradado, rodeado de ruido incesante y gente insensible y en una hipócrita actitud, con un jefe que odia a todos, dejando su odio más profundo para si mismo. Así es mi rutina de cada semana.
No sé como he soportado más de veinte años en esta compañía, donde todo mundo me ve como el ejemplo a seguir, siendo la burla de los compañeros con los que comparto generación, que lo menos que me dicen es lamebotas y sobre todo de la andanada de jóvenes que inician sus trabajos más preocupados por su sueldo y tiempo de labor, que de lo que realmente tienen por responsabilidad. Ellos me ven como el dinosaurio que nunca aprovechó las oportunidades de una gran empresa de seguros puede ofrecer. Soy algo así, como el empleado perfecto para estar haciendo lo mismo día a día, acumulando años, sin obtener los puestos más altos porque mi desempeño en los diversos departamentos es inmaculado y no funcionarían igual sin mí en ellos. Patrañas. Nunca quise ser parte de las miles de tranzas que los jefes han hecho y que todos ellos han tenido que irse huyendo o desaparecido sin dejar rastro. No, esos puestos no eran nunca para el jefe de departamento abnegado que nunca ha dicho no a trabajar extra, a cubrir las irregularidades de los directores, a ser partícipe de tanto desorden que, sin estar de acuerdo, nunca abrí la boca para delatar, eso siempre va a ir en contra de lo que soy.
Y como evitar el no ser parte del mobiliario, si a mi edad ya no puedo hacer gran cosa, sino esperar paciente que en tres años más me llegue la jubilación legal, para retirarme a un hogar destruido por mis ausencias, con una mujer que diariamente me ve como a un extraño y me trata peor que a un leproso, donde además, los hijos han estado en contra de lo que soy, por no haber podido estar en todos sus momentos importantes, para eso estaba mi esposa, yo era sólo el proveedor, el que debía ser fuerte, aquel que regañaba e imponía los castigos, más por sugerencia de mi mujer que por convicción. Esta es mi vida. En esto me convertí, todo por seguir el mal consejo de mi padre, que en su frustración quería que yo siguiera sus desolados pasos y preservar su legado. Ahora simplemente sonrío y creo que en su tumba está carcajeándose de lo que soy. Una mala copia de lo que él fue.
He planeado mi venganza más de un millón de ocasiones y siempre he desdeñado realizarla por temor a verme descubierto y pasar los pocos años que le quedan a mi vida en prisión o con la vergüenza de terminar solo y humillado. Pero hace unos días, ha sido cada vez más fuerte el impulso a terminar de una buena vez con esta sucia rutina y el deseo de poder hacer lo que creo es más bien una previa jubilación con una buena oportunidad de cobrarme por todos los años perdidos. Quizás pueda reconquistar a mi esposa y le pueda cumplir todas las promesas que se quedaron en nuestra juventud, los viajes, las experiencias, los regalos, todo lo que soñamos y que ni en eso quedó. Ahora, si hacía las cosas de manera adecuada, podríamos hacer eso y mucho más. Total, nadie sospecharía de un tipo mediocre que nunca en su vida ha hecho nada emocionante ni atrevido. El plan era más que perfecto y tendría que ser ahora o nunca.
Lentamente me levanté de mi asiento y fui directo a la cocina a servirme un café, nadie se percató de mi presencia, ni una sola mirada de atención hubo sobre mí. Ahora era cuestión de unos minutos para concretar mi plan. Faltaba menos de media hora para culminar las labores, de hecho algunos de mis compañeros ya empezaban a retirarse, algo usual para los de confianza. No les importaba un carajo su horario, la rabia que sentía de todos ellos, era más bien envidia de que hicieran lo que nunca me atreví a hacer. Tome mi taza de un descolorido pero aromático café y caminé hacía el departamento de informática. Ahí se concretaría mi plan. Me aseguré que saliera Jaime, el jefe de ese departamento, que era más bien un niño grande que siempre se la pasaba soñando en un cybermundo donde era feliz, estaban Antonio y Julieta, dos expertos en informática que me miraban como el papá que hubieran deseado tener, aunque esto resultara para mí más complejo de entender cuando mis propios hijos nunca me vieron ni por descuido de esta forma. Les saludé y los vi preparándose para salir. Les pedí el disco con las fotografías del último festejo oficial de la empresa que previamente les había solicitado, me lo entregaron y lo coloque en una de sus equipos, disculpándome por el tiempo que les retendría, Julieta tomó la delantera y le dijo a Toño que se tenía que ir ya, saliendo velozmente por la puerta. Antonio no le quedó más que esperar a que viera las fotos, concentrando su atención en su computadora aun abierta. En ese momento aproveché para buscar el archivo que me llevaría a mi libertad de esa empresa. Era simple y complicado. No tardé ni medio minuto en encontrarlo y segundos más en enviarlo de manera segura a mi correo electrónico. Saqué el disco de las fotos y me despedí de la forma más natural posible, llegando a mi oficina para iniciar la operación. Mi apariencia era la de siempre, a nadie le extrañaba que aun siguiera trabajando, era lo usual. Todo estaba listo, era cuestión de enviar el documento que tenía ya en mi bandeja de entrada y mi vida cambiaría.
Tecleé la dirección de correo electrónico de mi contacto y lo envíe. Pulsar el botón izquierdo del mouse en Enviar, me provocó una emoción casi sexual, era excitación pura, podía sentir cada molécula de mi cuerpo. Estaba hecho, a partir de esa noche, mi vida sería completamente diferente. Mi sonrisa me delataba, pero no importaba, ya estaba en la calle, nadie a mi alrededor. Aun cuando no me pagarán lo pactado por el documento, la emoción era ya de por si un enorme pago para mí. Era el momento más feliz de mi vida. Esa noche, simplemente sentí que nací de nuevo.
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