Estoy aquí, mirándote, perteneciéndote, y tú frente a mí, sonríes, de alguna cosa que lees. Han pasado ya horas de que te hundes en el sillón y en el silencio que te rodea. Me ignoras ahora y me amas al mismo tiempo. Cada latido es compartido, eso lo sé. Desde que nos juramos jamás jurarnos amor eterno. Tu sigues amándome como lo hago yo.
La canción que escribe mi memoria es sólo una partícula del sentimiento que me llena de tu nombre. ¿Sabes? Hace tanto tiempo que te amo, desde mucho antes de aquel inolvidable primer beso y ahora a la distancia y en la cotidianidad que pretende embotarnos y cegar los sentidos la claridad de lo nuestro se magnifica, cuando tu individualidad se encuentra con la mía.
Afuera llueve y mis ojos llorosos se incomodan ante la grandeza que descubro de sabernos tan afortunados y tan llenos de bendiciones. Te amo, intento gritártelo y que lo sepas, pero sólo atino a salir con sigilo para no perturbar tu lectura y mis pasos me encaminan a adentrarme en un sentimiento de paz y amor.
Pasa un minuto y regreso, me acerco a ti, me miras extrañada y con esa ternura tan tuya, te levantas y sin necesidad de mediar palabras, me abrazas y vuelves de tu viaje de literatura y me arrastras a la ventana a mirar llover. Me miras fijamente y quiero decir que te amo, solamente alcanzo a abrir mi boca que callas con un beso pleno que me dice lo sé.
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