En un espacio sereno de frío te encontré la otra noche. Parece que la vida se empeña en llevarme hacía estadios de insufribilidad, donde mi inteligencia se transmute en una variante de sensaciones amargas y sinrazón.
Maldije enérgicamente en lo más profundo de mi ser, pero las circunstancias no me permitían transmitir esto a mis gestos. Por esta ocasión tuve que tragarme mis deseos de ahogarte en la indiferencia y que esta te llevara tan lejos que nadie nunca jamás pudiera encontrarte.
Ahí estabamos los dos, sin ningún deseo en lo absoluto de comunicarnos ¿Qué diablos podríamos decirnos? Nuevamente maldije y dirigí la mirada al horizonte. Estabas tan cerca que podía claramente percibir tu perfume, sin pensarlo siquiera, cerré mis ojos y te toqué, en mis pensamientos hubo una regresión inmediata a tantas y tantas noches que pude sentir tu perfume en mi piel, en mis sentidos completos. Abrí mis ojos y me mirabas, intrigada y con esa, tu sonrisa, donde lo diabólico se conjuga con lo angelical. Rápidamente me apresuré al bar y me perdí entre la gente. Me tenía que ir de ahí. Te odio, no puedo caer en ese juego que volvió mi vida tan miserable.
Vi mis posibilidades de escape y vi una oportunidad, corrí, casi tropiezo por el paso que tomé. Al salir de esa reunión, mis látidos se empezaron a calmar y una risa, casi tonta, me inundó, saqué las llaves de mi auto y encaminé mis pasos hacía él.
Al llegar al estacionamiento y acercarme al auto, regresó, sí, estaba seguro, era ella, su perfume, volteé a todos lados y no la ubiqué. El miedo al ridículo se apoderó de mi. Caminé de nuevo hacía el auto, a toda prisa entre. Y el perfume ahora era tan fuerte que me estaba ahogando. Arranqué mi auto y salí a toda prisa de ahí. El perfume inundaba mis pulmones, intoxicándome, ahora era casi imposible respirar, escuché su risa, era clara y estaba detrás de mí. Volteé y no estaba ahí. Imprimí más velocidad, tenía que dejarla atrás, la noche me dejaba avanzar entre las calles de manera ágil. Pero su perfume, su olor insistía en mi ser. Una tos leve empezó a invadirme, lentamente, paso de una a un millón... El aire ya no estaba, sólo su perfume. En cuestión de segundos, tuve que detener el auto y salir apresuradamente a intentar respirar. No fue posible.
A la mañana siguiente, mi cuerpo fue encontrado en la banqueta de una calle solitaria, justo fuera de su casa. En mi rostro se dibujaba una enorme sonrisa y mis manos estaban en mi corazón. El diagnóstico fue un paro respiratorio. Yo más bien creo que fue la imposibilidad de mi cuerpo a desintoxicarme completamente de ti.
2 comentarios:
hola alberto.
me encanto, cuando menos me di cuenta lograste que que me envolviera imaginando tus gestos, tus sentimientos tu apatia, llegar a crear el aroma que te intoxica de una persona a la que obviamente amas....
lo interesante seria saber qcoo llego a ti esto...
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Gracias por la visita y el comentario.
Sobre como llega esto a mi. Simplemente llega, me siento frente a la computadora y empiezo a escribir, empiezo a imaginar una situación y toma forma, algunas veces son historias largas, otras cortas.
Básicamente así pasa.
Gracias de nuevo.
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