miércoles, septiembre 17, 2008

La cita

No podía creer lo que pasaba, eran ya las ocho y quince de la mañana y apenas estaba despertando. Nunca me había pasado. Será que ya estoy en la mediana edad, en donde empiezan a pasarte cosas, olvidos, tropiezos, eso que habitualmente no te acontece. Descarto la idea. Sólo es que necesitaba dormir lo adecuado para que el cuerpo funcione, más o menos bien.

Salí catapultado hacía el baño, en esos segundos decidí pegarme un baño rápido, era imposible no bañarme -nunca salgo de mi casa sin bañarme-, es la forma común para salir realmente del sopor de cada mañana. Sí, sé que debería de despertar energetizado, pero en mi caso, durmiendo cuatro horas promedio cada noche, no puedo esperar levantarme pleno de energía. Salí del baño y en menos de 3 minutos estaba cambiado y listo para salir a la calle. Ocho treinta y seis. Sí tenía suerte llegaría puntual a las nueve. Pero nada más girar la llave de mi departamento para cerrarlo, se quiebra. Rogué, sí, en ese instante alcé una plegaría pidiendo que no se hubiera puesto el seguro a la cerradura, pero no sirvió de nada, era tarde, media llave estaba atorada en la ranura y la puerta estaba asegurada. Bien, pensé. Mejor cerrada que abierta.

Corri 4 pasos hacía el carro, me sonreí porque me debo haber visto sumamente rídiculo corriendo sólo cuatro pasos, abrí el carro y subí, rápidamente manipulé las llaves para encender lo más pronto posible y en el malabar, las llaves calleron entre el asiento y el freno de mano, sacarlas me tomó casi un minuto. Respiré tratando de concentrarme y encendí el auto. Salí de la cochera y enfilé rumbo a mi reunión. No sé ni como salí de la calle Reforma -bueno si sé- Me le metí a un tipo y una señora que se enchinaba las pestañas en su Explorer 2008 y que aceleraba sin dejar espacio entre su camioneta y el carro de enfrente, en un descuido -de ella por supuesto- me metí frente a su carro, sé que estarán pensando que fui un atrevido, así me sentí. Pero alcancé a pasar la reforma en menos de cinco minutos, era una gran ventaja.
Por más que lo intenté no pude acercame siquiera a llegar minutos tarde. Eran las nueve quince y apenas iba en el crucero del Hermosillo Flash. Más de media hora en un trayecto de menos de dos kilómetros. Ya no había ansiedad, una extraña calma se apoderó de mí. Ya para que apresurarme. Simplemente me abandoné al tráfico. El flujo vehicular me llevó directamente a mi cita. Nueve y veinticinco, casi media hora después de la hora fijada.
Bajé del auto con calma, parsimoniosamente. Me di el lujo de caminar lentamente, poniendo atención a cada paso que daba, llegué a sentir la textura del piso, de la banqueta, del vitropiso, el viento cálido de septiembre en mi cara y luego el frío artificial del aire acondicionado me hicieron comparar las sensaciones. Entre al restaurant y busqué tu rostro, no me desesperé en primera instancia, sabía que era tarde, pero que no me esperarás. Te busqué de nuevo y nada, intenté llamarte y en mi apresuramiento olvidé mi celular. Era desesperante no encontrarte. En eso, el mesero me toma del brazo y me conmina a abandonar el restaurant, porque no había pagado la entrada, todo mundo me miraba y yo simplemente sonreía. Así con una sonrisa me logré liberar del mesero gorila que me sacaba del restaurant y al salir del sitio una enorme luz iluminó la ciudad, era la luz más hermosa que jamás hubiera visto, era potente, pero no hacía daño a mis ojos. Cerre y abrí mis ojos y estaba pegándome un pequeño rayo de luz del sol del amanecer.
La persiana estaba medio cerrada y la primera luz del día me daba directamente a los ojos. Vi el reloj y eran las seis y cinco minutos. Lentamente y con una sonrisa tomé mi celular y te llamé, confirmé la cita para las nueve de la mañana para desayunar juntos... y te dije, esperame por si se me hace un poco tarde, no desesperes. - Claro amor, yo te espero toda la mañana y todo el día si es preciso.... Te amo... - Yo también te amo. Buen día hermosa.

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