Destino que nos lleva a nuestro destino

Ahora sé que silente te espero, ahora lo sé, con una certidumbre que me hace sonreír,
porque nunca antes había sentido tan intensamente en este sentido, ni cuando te conocí.
El frío del otoño se dilata porque tu corazón inunda el ambiente con su calidez,
tan sólo en las mañanas siento este frío cortante y es porque tu no amaneces a mi lado.

Ven pronto por favor al reencuentro pactado, el destino no puede equivocarse dos veces,
en las sombras que me escondo sin pensar pensándote te atrapo en mis pensamientos
y de ahí surges inminente hacía la cotidianidad absurda que es mi existir y mi sentir,
haciendo que todo alrededor de la rutina agobiante se vuelva espuma y valga la pena.

Eres gloria absoluta y el estrépito de tu presencia y de tu llegada se anuncian cada vez
con una ola de optimismo que me levanta del suelo y me lleva flotando a esa isla conocida,
esa isla donde somos náufragos que se pierden a propósito e intentan nunca ser encontrados,
tenemos todo, nada hace falta si la miel del alma se filtra a nuestras venas que se entrelazan
en una composición única e irrepetible de complicidades que hacen de ambos lo que somos.
Nada puede cambiar de dirección este barco que zarpó sin permiso de nadie hacía altamar,
sin mapas, ni brújulas que guíen el destino, éste ya está trazado desde antes de conocernos,
hay tantas rutas probables, aunque las velas estén izadas y se despliegan con el viento norte,
es, insisto, el destino quien lleva el timón hacía nuestro maravilloso e irrenunciable destino...