Accidente

El frío de la madrugada entro por la ventana abierta. Aun la luz del sol se negaba a aparecer en ese inicio del día que lentamente y pese a no desearlo empezaba.

Levantarse de la cama fue un suplicio, el frío era realmente doloroso, la pijama no alcanzaba ni siquiera a disimular el gélido viento que entraba hasta los huesos. Era imperioso hacer cesar el torrente gélido que entraba a mi cuarto, jalar la manija para cerrar el ventanal era algo sencillo, pero el contacto helado del metal y la sensación de rigidez lo convirtió en toda una hazaña, algo detenía el desplazamiento, era como si se hubiera congelado. Mientras tanto la brisa que golpeaba el pecho como astillas hacía ya doloroso estar de pie frente a la fuente de tan helada sensación. Con todas las fuerzas reunidas, se aplicó en jalar la ventana y esta cede estrepitosamente, al golpear con el marco el vidrio reacciona a la presión ejercida y se rompe. Fragmentos grandes y pequeños volaron por todas partes, incrustándose en la endurecida piel, lacerando instantáneamente y provocando múltiples heridas que rápidamente emanaron en sangre. El dolor se multiplicó por la acción del frío. Nunca se hubiera imaginado que este día iniciaría así. El alba se asomaba y en el horizonte la luz peleaba con la noche para emergir.

El dolor era indescriptible, con las manos engarrotadas, tomaba los pedazos de vidrios incrustados en el cuerpo y los removía. La sangre brotaba de una manera ilusoria e increíble, era como una fuente de líquido rojo brillante que no paraba de fluir. Ahí abrió sus ojos y se dio cuenta que aun era de madrugada, que la ventana estaba abierta y que el cuarto estaba aclimatizado en una temperatura muy baja, volteó al reloj, faltaban minutos escasos para que empezara a amanecer. Recordó el sueño y prefirió arroparse bien y dormir unos minutos más. Más vale no averiguarlo, pensó y sonriendo retomó su sueño.