sábado, octubre 31, 2009

Historia de Nueva York


Teniendo el tiempo en mi contra, me movía pesadamente con más de diez kilos de ropa que el invierno crudo exigía portar. Parecía algo así como el viejo perchero del abuelo, donde sacos, abrigos y gabardinas se colgaban para disfrutar el dulce fuego de la chimenea. Ahí voy, zigzagueandoo en las calles atestadas de Nueva York, pese a mi resistencia de venir en esta época del año, aquí estaba, intentando abrirme paso esa fría mañana para llegar lo más pronto posible con mi editor. Era la última revisión de mi segunda novela y del libro de cuentos. Todo se veía prometedor, aunque estas reuniones siempre eran para mi, sólo una pérdida de tiempo. Todo estaba dicho, si no habíamos firmado el acuerdo ayer, era porque las botellas de vino tinto y la música no lo permitieron. En esos recuerdos vívidos me estaba perdiendo, pero una brisa helada me sacó de mi memoria reciente. Volteo y la veo parada en la esquina, ahí fue la primera vez que me enamoré de verdad.

Sin permitirme ninguna duda, me acerqué a ella y con la mejor sonrisa que la tormenta de nieve me permitió, la salude con un "-¡Hola! Su rostro se iluminó cuando sus ojos buscaron los míos. Increíblemente, pese a mi histórica personalidad introvertida, me acerqué y le di un abrazo. Las décimas de segundo que duro antes de la reacción que esperaba fue detener el tiempo, sentí su cuerpo, su piel, su respiración detenida, su sorpresa, pero lo más que sentí fue su alma, la esencia misma de ella, la luz que vi desde el primer momento pude palparla. Fue magia.

Ella me abrazo, con el asombro de quien se deja abrazar por un desconocido, por sólo un instante, lentamente separo primero su rostro de mi hombro, sus ojos voltearon de nuevo a verme y pude ver dentro de ella, ese instante lo atesoro como lo más valioso que me ha pasado. Al separarnos, tome sus manos y la invité a entrar a un café, ella, quizás sintiendo lo mismo aceptó. Estuvimos todo el día platicando, conociéndonos. Al caer la noche, llegó el inevitable tiempo de la despedida. Le di apresurado mi correo electrónico, casi seguro que nunca más la vería. El adiós fue dulce e inolvidable, un abrazo fuerte y sincero, esta vez acompañado de un suave beso en la mejilla y la vi partir.

Una semana después iniciamos una amistad virtual por correo y hoy, a casi cinco años de ese evento, nos amamos con la misma ilusión de aquella primera vez que nuestras miradas se cruzaron, estamos juntos y creo que esta experiencia es definitivamente para siempre. Te amo. Gracias por estos cinco años.

6 comentarios:

Irena de O dijo...

Al: vaya creación!! me gustó inclusive hasta los cinco años que pusistes al final jejjeje.
Aseguro también que esos encuentros son pura magia y como dice Franco de Vitta en una canción que estoy escuchando ahora.
Al: gracias por estar allí
Un abrazo
PD: en mi vida hay pasajes parecidos, con la diferencia en estación jejjeje

Anónimo dijo...

I want to go to New York!:)

Anónimo dijo...

extraño... muy extraño
Gloria

ALBERTOMORENO dijo...

Extraña es la vida que a algunas personas les toca vivir. Hay que disfrutar lo que tenemos y aprovechar las oportunidades que nos pone enfrente la vida.

Un abrazo y gracias por sus comentarios.

New York... vámonos a Nueva York!!!

Gabriela dijo...

WOW, QUE HERMOSO LO QUE HAS DESCRITO... ESA MAGIA LA VIVI YO AQUI EN HERMOSILLO CON EL SER QUE HA SIDO EL MAS GRANDE AMOR QUE HE VIVIDO. DESDE EL MISMO INSTANTE EN QUE NOS VIMOS VIVIMOS EL AMOR.
GRACIAS POR HACERME RECORDAR ESA ELECTRICIDAD VIVIDA CON ESTE BLOG TUYO.
GABY

ALBERTOMORENO dijo...

Gabriela, un placer tenerte por acá, gracias por tu comentario. Me da mucho gusto poder traer a ti recuerdos. No sé cual de todas las Gabrielas que conozco eres... me quedo con la duda... espero, momentaneamente. Un abrazo