Anochecía rápidamente. La noche era inminente. Odiaba que se le hiciera tarde. Nada le ponía tan de mal humor como el tener que manejar de noche. Aceleraba y tomaba las curvas peligrosamente, en un infructuoso intento por evitar lo ineludible. El sol ya estaba dando sus últimos rayos del día, aun faltaba más de hora y media de camino.
Encendió un cigarro y fue todo un reto hacerlo, el velocímetro marcaba los 160 kilómetros por hora, notó que la música tenía mucho tiempo en pausa. Lo recordó, como él que recuerda algo sin importancia y que se convierte en relevante. Fue para poder contestar la llamada. Esa llamada que le hizo dejar la ciudad y enfilar rumbo al sur. Regresar a los recuerdos de un pasado que enterraba y que se empeñaba en surgir una y otra vez, cada vez que el teléfono sonaba y le solicitaba su presencia. Estaba sumamente molesta. Fumó el cigarrillo y ni cuenta se dió de que lo hizo, necesitaba otro ¿O era el mismo?
El camino se devoraba y al mismo tiempo, sentía que retrocedía. Eran muchos los pensamientos evitados, pero que en un ataque sistemático penetraban en su mente, algunos lograban madurar en un análisis breve y esquivo. Realmente no quería volver a vivir intensamente eso, pero el pasado se negaba a abandonarle.
Es mi karma, se repetía una y otra vez. Justificaba su evasión con este pensamiento, tratando que no se aferraran a ella, para no tener que pensar. Busco entre sus pendientes algo suficientemente importante para evitar enojarse de nuevo. Su trabajo la mantenía con un nivel alto de estrés, que ella juraba podía manejar y controlar, aunque en el fondo sabía perfectamente que no era así. Su novio, si es que se le podía llamar novio, le buscaba sin mucho éxito, ya que el tiempo para él, era mínimo. Funcionaba bien así, de hecho, recordó la noche de hacía un par de días que por enésima vez le proponía matrimonio o por lo menos intentar vivir juntos. Ella sólo sonreía, le queria pero no tanto como para engancharse. Ahora que lo pensaba bien, sólo lo utilizaba, para no ser "soltera", ya que de esta forma nadie le molestaba y mantenía su estatus de disponibilidad y libertad. Ese pensamiento le mostró una verdad que le dolia, pero que le mantenía en control. Estaba realmente sola.
Unas luces en el carril contrario la sacaron de sus pensamientos y recordó porque estaba conduciendo en esta noche que empezaba a nublarse y a lo lejos se adivinaba una niebla espesa. Sintió temor de encontrarse enmedio de la carretera rodeada de niebla. Odio el momento de contestar el teléfono. Sus casi treinta años le mantenían en una belleza sin igual. Su entusiasmo profesional, su trato amable y su impecable curriculum la colocaba como una de las promesas más jóvenes de su empresa. Su intachable conducta y su disponibilidad le fueron abriendo las puertas de más y mejores oportunidades que ella supo aprovechar. Pero dentro de todo este control, esas llamadas eran lo único que le hacían volver a lo inevitable... su familia.
Muchas veces pensó en perderse para siempre, no volver a saber de ellos, pero siempre le encontraban. Siempre. Renegaba, los evitaba y los sentía como plagas, invadiendo su vida. Los odio. A sus padres, a su hermano, deseo en ese momento que no existieran más en su vida perfecta.
La luz blanca que invadió los carriles fue lo último que vió. Su deseo se había cumplido.