No sé si despertar. La luz le empieza a ganar la batalla a la oscuridad de una noche más que acaba. No es fácil abrir mis ojos y darme cuenta que ya no estas. El soñar recurrentemente que te tengo y el buscar en otros labios tu calor me envía invariablemente a una sensación de vacío.
No hay forma de regresar la página. Cada vez que regreso a ti, es simplemente para corroborar tu hegemonia, ese poder que tienes de arrebatar mi alma y mi ser completo en un torbellino, que me deja agotado y sin esperanza, con el eco de tu burlona sonrisa, que dice, sin decir, que no hay nada, sólo el frío y sistemático acto de utilizar los cuerpos. El final siempre es el mismo, sigo sin ti.
Tus besos, tus caricias, me hacen dudar, me hacen creer, pero es mi sentir el que hace el calor, no tú.
Hoy mis lágrimas se contienen por un orgullo falso que me mantiene pegado a la cama, tratando de recordar las tantas pieles sin nombre que han intentado en balde hacerme olvidarte. Te extraño tan irremediablemente, como irremediable es el hecho de que hace tanto que te siento, que te pienso, que te vivo, que ya no es posible desprenderme de tu esencia.
Me levanto de mi cama, engañado, creyéndome dueño de mis acciones, pero no es así. Soy tuyo, tu eres la que mueve mis pensamientos, lo sabes.
Hoy, intentaré detenerte, o mejor aún, dejarte atrás. Caminaré, aunque sea lentamente, pero avanzaré sin tí.
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