viernes, noviembre 08, 2013

La historia de Walter

I

Walter Gutiérrez fijaba la vista en su libro aunque su mente estaba en un lugar completamente distinto. Molesto, de nuevo intentó volver a leer la página sólo para darse cuenta que no entendía nada. Regreso una página y luego otra, había leído sin leer más de lo que hubiera creído. Nunca le había pasado. Dejó por un momento su intento fallido de lectura para buscar a su alrededor algún motivo para su distracción. El ambiente era casi perfecto para sumergirse en su novela. No, no era el lugar, ni su cómodo sillón de piel. Mucho menos el delicioso aroma del café recién colado que inundaba todo. Ni siquiera había alguien más que su presencia pudiera perturbarle. Era algo que le estaba carcomiendo por dentro. Lo sabía sin querer creerlo. A su edad, no, era prácticamente imposible. La química hacía tiempo que no era de sus materias favoritas. Y sin embargo, ahí estaba, era un algo que no podía explicar. Quizás ni siquiera quería hacerlo. Tomó pausadamente su libro, como solamente hace alguien que aprecia un tesoro, puso su rostro más serio, el más profesional de sus gestos y retomó las líneas algunos capítulos atrás.

II

La historia iniciaba mucho tiempo atrás, en su infancia. Su madre, como casi todas las madres del mundo era un amor y digo como casi todas, porque hay algunas que se encargan de ensuciar con su comportamiento todo lo bueno que las madres deben de ser. Pero no distraigamos los acontecimientos y vayamos con la mamá de Walter. La señora Gutiérrez era la mujer más encantadora y tranquila del mundo, siempre tenía a la mano un comentario acertado para cada situación, era a su mediana edad, una especie de abuela joven que consentía a sus hijos, dando lecciones de vida para cada situación. Si ensuciaban la ropa, les enseñaba el valor de la limpieza y lo que costaba limpiar, si hacían travesuras, les explicaba que cada acción corresponde una reacción y su consecuencia no siempre era la mejor. Con una sonrisa hipnotizadora sus hijos y todos los que la conocían eran presas de su encanto. Nadie esperaba que la señora Gutiérrez muriera en los brazos del Señor Gutiérrez cuando intentaban hacer un nuevo hermano para Walter. 

Este lamentable hecho marcó la vida de Walter Gutiérrez para siempre, que decir de su padre que nunca pudo superar el quedar viudo de esa manera y envejecer cien años de golpe para perder la razón y pasar el resto de su vida recluido en un sanatorio mental. El hermano mayor Esteban, simplemente decidió irse a buscar suerte al norte, allá donde le dijeron que los sueños eran posibles de alcanzar. Nunca nadie más supo de él. Walter quedó a sus 13 años huérfano de padres y hermano. Nunca entendió porque nadie supo explicarle. De pronto se vio en casa de su tía Alicia que en lo único que se parecía a su madre era en el apellido, porque era diametralmente opuesta a ella. Imagínenla, molesta con la vida, por la suerte de haberse, supuestamente enamorado de un don juan que en cuanto tuvo la fortuna de que ella se casara se tiró a la perdición del juego, la bebida y no, no había otras mujeres, porque adoraba a su esposa, su otra debilidad, la comida. Comía siempre.

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