Somos parte de una generación que ha vivido cosas insólitas, que curiosamente no nos asombran. Han sido tantas y cada vez más confusas que el ser partícipes de ellas nos ha llevado a ser ajenos y pensar que no forma parte de nuestro contexto social, aunque el contexto histórico sea el que nos tiene viviendo directamente estas experiencias que nos han llevado a vivir en un aceleramiento global. Siempre en la búsqueda de ser más y más cada vez.
Incluso, sin tener una meta concreta en nuestra existencia. Viviendo en excesos que, en la mayoría de los casos, ni siquiera va a acorde a lo que somos como individuos, como seres humanos. La vida se ha convertido en un retroceso de lo que es la vida espiritual que vivieron las generaciones de pasadas. El miedo a lo sagrado se ha perdido, convirtiéndolo en un triste y mundano pasatiempo social. Todo se direcciona hacía la vida compartida en lo que los demás tengan como concepto de nosotros y de lo que hacemos. Es mucho más importante la forma que el fondo. Los valores se pregonan, pero se practican más los antivalores. Somos seres que vivimos la hipocresia de la doble moral. Una especie de ambivalencia entre lo bueno y lo malo. Buscamos incansablemente prácticas, situaciones y creencias en las cuales depositar nuestra fe, maltrecha por tantas volteretas que le hemos y le han propinado, tanto la misma religión como el contexto social que cada día está más plagado de mensajes distorcionadores de lo que debemos o no creer.
Así transcurren los días, sucediéndose uno tras otro, sin dejar mayor aportación que un enorme cansancio. La enfermedad de moda es el estrés, que en realidad no es otra cosa más que la acumulación de inconformidad de este estilo de vida apático que nos convierte en seres sin rumbo, sin definición, naufrago enmedio de tanta gente que también vive ensimismada, sin siquiera darse cuenta que viven en la artificialidad de una vida pobre y carente de sentidos. Donde el contar con las emociones balanceadas y enfocadas al ser, no se puede concebir. Son estas emociones distorsionadas las que nos hacen maldecir en el tráfico, enfurecernos con nuestros compañeros de trabajo, odiar nuestra rutina, entristecernos con las ausencias de tiempos que fueron mucho mejores, ser infeliz está de moda.
Pero no todo está perdido, la esperanza de algo mejor y nuevo está ya aquí. De hecho siempre ha estado. Es sólo cuestión de ver dentro de nosotros y descubrir esa luz que hacía que nos asombraramos de un atardecer, de la primera vez que vimos el océano, de nuestro primer viaje, de ese primer beso, de ese latir de nuestro corazón al amar en silencio. Esa luz sigue ahí. Todo lo que somos y todo lo que podemos lograr está dentro de nosotros. Si andas en la búsqueda y no sabes que es, busca dentro de ti. Estoy seguro que ahí encontrarás esa luz vital que habías olvidado que existía. Avívala, haz que saque chispas. Sonríe, sé feliz. Lo que eres hoy es una bendición, porque estas en el preciso instante en que todo puede ser mejor cada día.
¿Sabes? Depende sólo de ti.
Incluso, sin tener una meta concreta en nuestra existencia. Viviendo en excesos que, en la mayoría de los casos, ni siquiera va a acorde a lo que somos como individuos, como seres humanos. La vida se ha convertido en un retroceso de lo que es la vida espiritual que vivieron las generaciones de pasadas. El miedo a lo sagrado se ha perdido, convirtiéndolo en un triste y mundano pasatiempo social. Todo se direcciona hacía la vida compartida en lo que los demás tengan como concepto de nosotros y de lo que hacemos. Es mucho más importante la forma que el fondo. Los valores se pregonan, pero se practican más los antivalores. Somos seres que vivimos la hipocresia de la doble moral. Una especie de ambivalencia entre lo bueno y lo malo. Buscamos incansablemente prácticas, situaciones y creencias en las cuales depositar nuestra fe, maltrecha por tantas volteretas que le hemos y le han propinado, tanto la misma religión como el contexto social que cada día está más plagado de mensajes distorcionadores de lo que debemos o no creer.
Así transcurren los días, sucediéndose uno tras otro, sin dejar mayor aportación que un enorme cansancio. La enfermedad de moda es el estrés, que en realidad no es otra cosa más que la acumulación de inconformidad de este estilo de vida apático que nos convierte en seres sin rumbo, sin definición, naufrago enmedio de tanta gente que también vive ensimismada, sin siquiera darse cuenta que viven en la artificialidad de una vida pobre y carente de sentidos. Donde el contar con las emociones balanceadas y enfocadas al ser, no se puede concebir. Son estas emociones distorsionadas las que nos hacen maldecir en el tráfico, enfurecernos con nuestros compañeros de trabajo, odiar nuestra rutina, entristecernos con las ausencias de tiempos que fueron mucho mejores, ser infeliz está de moda.
Pero no todo está perdido, la esperanza de algo mejor y nuevo está ya aquí. De hecho siempre ha estado. Es sólo cuestión de ver dentro de nosotros y descubrir esa luz que hacía que nos asombraramos de un atardecer, de la primera vez que vimos el océano, de nuestro primer viaje, de ese primer beso, de ese latir de nuestro corazón al amar en silencio. Esa luz sigue ahí. Todo lo que somos y todo lo que podemos lograr está dentro de nosotros. Si andas en la búsqueda y no sabes que es, busca dentro de ti. Estoy seguro que ahí encontrarás esa luz vital que habías olvidado que existía. Avívala, haz que saque chispas. Sonríe, sé feliz. Lo que eres hoy es una bendición, porque estas en el preciso instante en que todo puede ser mejor cada día.
¿Sabes? Depende sólo de ti.
1 comentario:
Estoy de acuerdo y en desacuerdo en varios puntos, pero lo que si te puedo decir es...
Gracias por hacerme pensar que todo esta en mí...
Soy feliz a pesar de las circunstancias, a pesar del estrés, a pesar de la pérdida, a pesar de los gritos de mi jefe (neuras como siempre!)...
Soy feliz por el solo hecho de estar respirando, viendo la luz del día al amanecer, mojando mi cuerpo con la lluvia, abrazando a mi gordita, sintiendo el latir de mi corazón...
Soy feliz a pesar de todo y de todos... que bueno que me lo recordaste... Lo mejor, es este preciso instante, es este presente...
Besos (L)
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