El viaje

A través del tiempo vamos dejando el rastro indeleble de nuestras huellas en las personas que nos acompañan en el viaje de la vida. Muchos incluso son cómplices de aventuras sin saberlo. En este alto total en esta travesía volteo hacía atrás y veo cuantos se han quedado en el camino. Son muchos.

Unos tomaron veredas inhóspitas y desconocidas, otros se fueron por las rúas fáciles y los menos escogieron senderos llenos de retos. Intento ver más allá en el tiempo y no es posible. Sólo alcanzo a observar lo que mi memoria me trae en flashbacks. Siento tristeza por los que ya no se cruzarán por mi camino, incluso siento una ansiedad de regresar sobre mis pasos y buscar los rastros, pero eso sería infructuoso, la ventaja en su avance es demasiada, me tomaría toda una vida, seguir los pasos de los que me acompañaron en el transcurso de este viaje.

Lentamente volteo hacia el frente y veo un atardecer hermoso en un horizonte prometedor, sin embargo, aún quedan cientos de ríos que cruzar, miles de montes, laderas, montañas, cascadas que sortear, mis pies y mis manos están cansadas de avanzar, pero a la vez, están preparadas para seguir, continuar es la tarea, la meta es llegar al final del viaje. Con esta desazón empiezo a avanzar de nuevo. Algo me hace voltear a mi lado, ahí están todos los que en este momento me acompañan en el viaje, a mi lado. Ellos siguen con la mirada puesta en el mismo horizonte. Sé con certeza que su horizonte puede tomar otro rumbo y que sus pasos empiecen a tomar su propio rumbo, pero hay que disfrutar el momento que nos toque compartir de esta aventura.

Tan importante es llegar al destino, como observar y disfrutar el camino.