Y hoy me di cuenta que la vida tenía mucho por ofrecerme y me rendí ante la grandeza de mi creador. Fue una rendición placentera, simplemente me dejé llevar por la corriente y el flujo me depositó en un escenario más elevado. Un lugar que ni siquiera imaginé que existiera. No era el cielo, no era ningún paraíso, simplemente era mi vida con la luz que siempre había estado ahí, con las personas que me rodean y que me dan amor, con todas las bendiciones diarias, sólo que ahora, mi visión era completa, me vi, de pronto, en una vida igual, pero sumamente superior en todos los aspectos. Mi interior brillaba y se conectaba con la gente, de manera automática veía lo que ellos tenían para mi y lo que podía ofrecerles. La luz que se desprendía de todos se conectaba a la boca de mi estomago, era muy visual, tangible. Podía sentir la vibración de cada una de las personas y sabía sin temor a equivocación que era en realidad lo que tenían dentro.
Corrí a tu lado y te encontré brillante en el portal, ahí tu mirada me vio y se detuvo el tiempo, tu luz llegó a mi renovada, serena y feliz. Me acerco a ti y sé que nuestra luz unida iluminará el camino que nos queda por recorrer. Desde ese día soy feliz y no hay bache o desviación que pueda quitarme la sonrisa de mi rostro, ni el brillo de nuestra mirada regando nuestros pasos. Gracias Dios por tantas bendiciones. Permíteme llevar tu luz e iluminar senderos en tu nombre. Ya no estoy solo, ahora mi destino está trazado y es siempre hacia adelante.