Hoy desperté y me vi dentro de un cuento. De esas veces que no sabes si estás soñando o sigues dormido. El caso es que me dejé llevar por los acontecimientos, que se veían tan estrambóticos que me confirmaban que en realidad seguía soñando. Pero vayamos a lo que acontecía. Desperté y me vi en mediode mi recámara, de eso estaba seguro, lo que era diferente eran los colores, totalmente pasteles e irreales, de hecho, me llamaba mucho la atención que se movían cuando no los veía directamente, como un proceso de creación constante que no terminaba nunca.
De pronto, sabía que tenía que salir de ahí. ¿Cómo era posible que intuyera eso? No lo sé, pero un sudor frío recorrío mi desnuda espalda, Debo de salir ya. Como pude, tomé una camiseta y salí corriendo de ahí. En el camino, tropecé varias veces, sobre todo al bajar las escaleras, eran interminables, pero no caí en cuenta de ello. Seguí mi impulso de alejarme. No quería estar ahí cuando pasara... No sé qué, pero mi mente me exigía que me largara cuanto antes de esta casa. Ahí empezó la contradicción, ya no estaba en mi casa, era un lugar aterrador, una gran mansión que se notaba abandonada desde hacía mucho tiempo. Ahí estaba con un miedo espantoso, hasta el día de hoy, no he sentido tal sensación nunca antes. Iba gritando, pero ningún sonido salía de mi garganta, había enmudecido, sólo se escuchaba la casa crujiendo ante mis torpes pasos.
De pronto, se fue la poca luz que había, caí en cuenta que estaba perdido en un lugar que sabía me haría daño. Mi corazón quería salirse por mi boca, sentía mi respiración como su fuera un órgano más de mi cuerpo. Quería pelear, si era mi fin, quería que fuera de la mejor manera, peleando. Eso pensaba en ese momento, porque mi presentimiento no me reservaba nada bueno. Pese a la oscuridad seguí avanzando hacía lo que suponía era la salida. A ciegas, no había ningún referente para basar mi huída. De pronto, me detuve. Tenía que usar la razón. ¿De qué estaba huyendo? Sabía que era un sueño, esto no podía estar pasando. Sentí entonces, la más horrible de las sensaciones, algo enorme y mojado me tocó el brazo. Mi instinto de supervivencia me hizo rechazarlo y salir como un disparo de ese lugar, tropecé, caí en un abismo interminable. Escuche risas diabólicas y grotescas, sólo atiné a tomar mis piernas entrelazadas con mis brazos y cerrar fuerte mis ojos, la luz que de pronto apareció, me dañaba tanto que ni una milésima de segundo pude abrirlos. Sentía dolor, vergüenza de dejar que ese ente mostruoso terminara conmigo. Las risas fueron apagándose y en su lugar escuché voces más familiares, de hecho, demasiado apegadas a mí.
Como último recurso, abrí los ojos y me puse en guardia ahí tirado en el piso, después de esos instantes de angustía, decidí retomar mi esfuerzo de lucha. Al abrir los ojos, la luz era menos o nada dolorosa en realidad. Realidad, todo era real. El entorno había cambiado totalmente, ahí estaba, tirado enmedio de mi cubículo haciendo el más terrible de los espectáculos al quedarme dormido en mi escritorio. Todos se burlaban con cierta compasión. Ya había dejado una anécdota única e irrepetible para ser contada cada vez que fuera posible.